Oír a este artista del lenguaje como un simple interlocutor más, sorprenderlo en sus reflexiones sin preparación previa, seguirlo en la exposición de su pensamiento, ya profundo, ya llano, debe ser el anhelo de todo buen lector. Quienes lo conocen comprobarán así la verdadera dimensión de este hombre forjador de mundos; quienes no lo hayan leído encontrarán un estimulo para hacerlo.
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